Juan Carlos Tealdi
2. Suele afirmarse que la bioética tuvo sus orígenes en los Estados Unidos considerando varios hechos que así lo indican en un sentido académico y disciplinar. Durante los años sesenta el progreso científico y tecnológico en el campo de la salud con los trasplantes de órganos, la diálisis renal, las unidades de terapia intensiva, la píldora anticonceptiva, los ensayos clínicos con medicamentos, el diagnóstico prenatal y la ingeniería genética, entre otros, eran liderados por la medicina de aquel país. A ello se sumó durante esa década una gran actividad académica de congresos, investigaciones y cursos con fuerte financiación para las humanidades y la ética médica, en los cuales teólogos y filósofos desempeñaron un papel destacado. El término “bioética” fue utilizado por primera vez por el oncólogo norteamericano Van Rensselaer Potter en 1971 para referirse a un campo dedicado a la sobrevivencia de la especie y a la mejoría en la calidad de vida y en Estados Unidos surgieron los dos centros mayores de investigación en bioética, el Hastings Center (New York, 1969) y el Kennedy Institute of Ethics (Washington, 1971), que tuvieron una enorme influencia en la difusión internacional de la bioética. El especial interés del gobierno federal, con el establecimiento de dos comisiones nacionales de bioética -The National Commission (1974-1978) y The President’s Commission (1980-1983)- terminó de delimitar el nuevo campo que en décadas posteriores tendría una expansión mundial.
3. Esos orígenes de la bioética en los Estados Unidos, y en particular el carácter dominante que determinadas corrientes como la justificación moral por principios o principialismo le otorgaron a la misma, redujeron sus características a un conjunto que confundió la parte con el todo. La tradición liberal de Estados Unidos entendida como énfasis en la economía de libre mercado y acento en el individualismo comenzó restringiendo la noción de bienestar social y satisfacción de las necesidades presente en la visión amplia de la concepción tradicional de ética y derechos humanos heredada a fines de la Segunda Guerra Mundial. La ética de la investigación científica en el Código de Nuremberg (1947) y en la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial (1964 y ss), así como la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), recogían un equilibrio entre los supuestos de la tradición liberal y la tradición socialista. Los dos grandes Pactos Internacionales de las Naciones Unidas (1966) de Derechos Civiles y Políticos, y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; fueron la mayor expresión de esos dos supuestos aunque la no ratificación de este último por los Estados Unidos anunciaba el sesgo reduccionista que la visión liberal daría a la bioética. La negación de la salud como derecho humano básico, que la Declaración de Alma-Ata (1978) de la Organización Mundial de la Salud procuró proteger, puede ser vista como una de las mayores expresiones de ese reduccionismo. El sentido liberal particular de la bioética en sus orígenes académico y disciplinar en los Estados Unidos vino a romper así con el sentido de la ética universalista que daba fundamento a la bioética originada en el consenso internacional de naciones en la posguerra. La bioética dominante durante los setenta y ochenta fue de tipo clínico antes que social o enfocado a la salud pública, se orientó a los problemas tecnológicos de “el curar” antes que a las cuestiones interhumanas de “el cuidar”, y promovió una mezcla pragmática entre valores éticos e intereses económicos antes que un verdadero entendimiento moral comunitario.
4. Los países pobres o de mediano desarrollo han criticado la bioética liberal pidiendo prestar atención en bioética a la ética de la pobreza, al medio ambiente y los daños para las generaciones futuras, al desarrollo de políticas de salud pública que procuren la equidad, a las poblaciones vulnerables y vulneradas, a la diversidad cultural, y a las cuestiones sociales y de responsabilidad pública y no sólo a la libertad y responsabilidad individual. Un profundo y por momentos muy duro debate entre países ricos y pobres fue el proceso de redacción de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos aprobada por la UNESCO en 2005. Las representaciones de América Latina tuvieron una activa participación en la elaboración del instrumento y una muestra de ello fue la Carta de Buenos Aires sobre Bioética y Derechos Humanos (2004) en la que una decena de países de la Región adelantaron su visión común y distinta de la concepción liberal y pragmática en cuanto a los contenidos. La Declaración se convirtió en el primer documento auténticamente universal en bioética y rompió con ello la hegemonía de la concepción principialista angloamericana. Quedó firmemente reconocida la estrecha asociación entre la bioética y los derechos humanos que había sido socavada durante más de dos décadas así como la salud en tanto derecho humano básico. Y los aspectos económicos, sociales, ambientales y de diversidad cultural, reconocidos en varios instrumentos internacionales, fueron aceptados como parte indivisible de toda concepción de la bioética.
Juan Carlos Tealdi, Programa de Bioética del Hospital de Clínicas,
Universidad de Buenos Aires. bioetica@hospitaldeclinicas.uba.ar
* En Hugo Biagini y Arturo Roig (directores), Diccionario del Pensamiento Alternativo, Buenos Aires, Biblos, 2008, págs.70-72.